Las empresas deben estar en armonía con la naturaleza y trabajar la Responsabilidad Social Corporativa.

La naturaleza es como la música clásica, nuestras sociedades son como el ruido. El silencio, tan necesario en nuestras sociedades, lo ‘presenciamos’ solo a veces. Desde la antigüedad, la naturaleza ha inspirado a artistas y a empresas. Unos han tratado de imitarla, con sonidos y formas simples y naturales. Y otros han ido un paso más allá, haciendo construcciones faraónicas, combinaciones de materiales, formas y/o sonidos. Porque en el arte y en la vida, las empresas y los entornos naturales son uno, o deberían serlo. Es lo que se trabaja desde la Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Y lo que va dejando una empresa son huellas, que debería compensar, mostrando un compromiso con su entorno.

Este mensaje está dirigido a todos los que afectan o pueden verse afectados por la empresas, los llamados ‘stakeholders’ , no solo a la cúspide de las organizaciones. Porque creemos que la suma de los trabajadores, accionistas, familias, proveedores, clientes, sociedad e instituciones, dan lugar a un entorno más fuerte. También, a una mejor Responsabilidad Social Corporativa.

Los seres humanos estando en las oficinas, o ahora también desde nuestras casas, teletrabajando, estamos cómodos con la aparente seguridad que nos brinda la mayoría de ciudades y barrios españoles, en las calles y dentro de los edificios. Sin embargo, de vez en cuando necesitamos perdernos en medio del campo o en un gran parque para respirar una bocanada de aire fresco. Pero nuestro vicios y apego general al móvil, hace que desconfiemos allí donde no estamos conectados, aunque estemos en compañía. Por eso no nos atrevemos a ir tan lejos, es decir, allí donde no hay ni wifi, ni internet, ni cobertura. Pero es allí, en posiciones alejadas o perdidas donde conseguimos valorar nuestro entorno natural, viendo la riqueza de fauna y flora existentes. Allí donde, aunque el mundo se viniese abajo, los pájaros seguirían cantando.

Responsabilidad Social Corporativa
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Cuando vamos a entornos naturales, alejados de las ciudades, encontramos oasis en calma, con una música de fondo, más bella que la música clásica. Los agentes atmosféricos tales como la lluvia, el viento o la temperatura serían los instrumentos, y los  cantantes de ópera, los animales. Además, ocurre que en la naturaleza hasta lo más desafiante es bello. La naturaleza es salvaje y siempre tiene que seguir su curso, pero a veces las personas aparecemos en su camino. Creemos ingenuos que podemos ir contracorriente y entorpecerla. Pegamos incluso disparos al aire, pero ella sigue ahí, no se achanta. Intentamos amedrentar el curso del río poniendo una losa en medio. Pero ahí sigue ella, saliendo con el sol todas las mañanas e impactándonos de cerca y de lejos. Hasta que llega un momento en el que acabamos nuestro espectáculo, nuestro simple baile, y ella empieza con su festival pirotécnico. Con lluvia torrencial, rachas de viento fuerte, tormentas eléctricas etc. En general, con sus desastres naturales.

Lo mismo pasa en las grandes ciudades con las industrias, empresas y organizaciones de nuestro entorno. A veces creemos que la empresa es una y el entorno otro, pero siempre tienen que ir de la mano. Incluso en épocas de aparentes bonanzas económicas y naturales. Hace tiempo que empezó el gran baile, y a pesar de que la orquesta desafinó varias veces, los bailarines (las empresas) siguieron bailando sin zapatos y a lo loco. Es decir, sin tener en cuenta la Responsabilidad Social Corporativa.

Hoy la orquesta sigue ofreciendo el gran concierto, pero se ha divido en tres grupos de intérpretes. Por un lado están, las empresas que siguen por el camino de la irresponsabilidad. Se encuentran en el desfiladero. Por otro lado están, los que siguen por el camino de la manada. Estos hacen pequeños cambios, casi no notorios, y la mayoría está dictada por entes regulatorios. Y por último están, las empresas que navegan en un océano azul, en su barquito de vela (pymes) o en su catmarán (grandes empresas), que van camino de ganar la regata y de preservar el entorno. Estos últimos allanan el camino, descubren nuevas rutas y fuerzan el progreso y el cambio de los entes regulatorios, así como del resto de empresas. Sin embargo, ocurre que hay un cierto recelo o envidia, por esa forma de proceder de esas empresas innovadoras. Aunque también suscita una admiración y ejemplo a seguir por parte de otras.

Hay que primar el amor frente al odio. Esto es trabajo en equipo. Da igual que el vecino sea quien plante en su jardín el árbol, y que sea el primero y único del barrio. Tú ayúdale a regarlo, lo verás crecer y te sentirás igual o más orgulloso que él. Y ese amor y empeño que has puesto plantando ese árbol, se transformará en energía para seguir plantando más árboles. Y te sentirás genial, porque estás para eso, para sentirte bien y hacer sentir bien a los demás. Seguro que también le sienta genial a tu ciudad y a tu entorno. Es el primer paso para que el hombre y la empresa se puedan reconciliar con el mundo y consigo mismos. Es tu oportunidad. Es el momento. Comencemos juntos.

Responsabilidad Social Corporativa
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Alberto Benavides

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